Que no hayan
tormentas que rompan el cielo
y que ningún
rayo rasgue la noche.
Que lo
eterno sea eterno
y que los
males sepan donde se esconden.
Que la luz
sea luz más allá de la propia luz
y que tu
Luna y mi Sol sepan encontrarse
cada mañana
cuando salen de su mundo.
Y que su
mundo sea nuestro mundo
y que se
llene de placeres hasta ser
la más
tierna envidia de la gente.
Que la
humanidad aprenda de aquello
que cuenten
nuestras pieles unidas en el deseo
de los que
en verdad lo sienten, con anhelo perenne.