Desatados
momentos de lujuria,
tras las ventanas que lloran con la lluvia.
El placer se
extiende más allá de las pieles
y la
habitación se contagia
con las
humedades que nos envuelven.
Abrazos con
besos,
besos con
lengua,
dedos que
acarician sin tener pausas,
pero con
entrega.
Movimientos pausados
y acompasados
con ritmos
que marca el mismo diablo.
A veces
lentos, otras desenfrenados,
hasta llegar
al clímax deseado,
donde se mezclan
pieles con lenguas,
fluidos,
bocas, labios, dedos,…
impulsos
orientados al deseo máximo
de cuando
nos encontramos y amamos.