Punto y
seguido.
Caminos estrechos
que parecen
que se
acaban
pero que
rompen la penumbra del bosque
para
encontrarse con el mar.
Mar abierto,
con el
viento contra la cara
dándonos luz
y vida.
Donde las
palabras
no resuenan
y son libres
para dejar
constancia
de que las
tormentas pasan.
Queda lo que
realmente importa.
Montes de
acero,
pensados con
la calma
del que se
esconde
de las
miradas desterradas.
Donde los
ojos viven en silencio
porque hay
miradas que matan.
Y silencios
que ensordecen.
Y luces que
se apagan.
Sombras que
iluminan los ojos de las hadas.