Que mi cielo
sea tu cielo
allá donde
no llegue la luz de la Luna.
Que mi mar
sea tu mar
y que juntos
construyamos
una lluvia
de placeres ocultos.
Que nadie
sepa dónde está
el principio
ni el final,
pero que ambos
se unan allá
donde se
encuentren nuestras lenguas
en el largo
beso silencioso
de los
gritos de los amantes.
Que el buen
vino riegue nuestras bocas
y que nos
podamos comer
cada
centímetro de nuestra piel
con la saliva
del deseo.
Que el
placer corra por nuestros cuerpos
y que la
lluvia los moje
bajo la luz
tenue de la Luna sonrojada.
No tengamos
miedo a empezar.
Comencemos juntos.