entre brumas
y sonrisas,
las bromas
invaden nuestra cara
de lámparas de
luces amarillas y rojas
que inundan
el espacio
con mordaces caricias.
Tus manos
atadas a la espalda
dejando que
mis manos
recorran
cada centímetro de tu piel
hasta
encontrar el habitáculo
donde aparcar
mis dedos.
Curvas
inacabables con el peligro
de pasear
mis yemas cálidas
entre los
poros de tu estancia.