Caminas
despacio,
con los pies
rozando la hierba y la arena,
que te
acerca al espejo de las aguas.
Poco a poco.
Pausadamente
tus pasos
buscan con
ganas el placer
de los pies
mojados de la mañana.
Decenas de
ojos te observan desde los arbustos,
desgarrando
la piel a tus pasos,
clavándose
como aguijones de luces,
siguiéndote
con deseos de esperanzas.
De repente
unas manos
se posan sobre ti
se posan sobre ti
y descubres
la potencia de sus palmas.
Los dedos te
apresan
y sabes que, sin duda,
y sabes que, sin duda,
estas
rendida a los besos de la persona amada.
Piensas, sigues, te entregas…
con ansias.