No merecer
tener
aquello por
lo que cada día luchas
es la más cruel
condena
a la que se
puede someter
a un alma en
pena.
Lucha sin
cesar
para que la
meta
sea el
principio de la realidad,
para que tu
mente sea
la necesidad
exacta de tener que saber
hasta donde
eres capaz de llegar.
Y el mejor
regalo que podrías darme
es el de
permanecer, para siempre,
abrazada a
mi lado.