Dame tu
mano.
Agarra la
mía
y no la
dejes jamás flojear.
Caminemos juntos
por la senda
de la vida,
aquella que
nos ha de conducir al mar.
Soñemos
despiertos,
de una vez por todas
y busquemos
el letargo
de los besos eternos.
Ayúdame a
descubrir
con el roce
de tu piel
el sabor de
tus besos de miel.
Y pensemos
que las luces
están hechas
para guiarnos
más allá del
silencio.