y resbalan
por tu piel,
inundando
cada uno de los poros
y van convirtiéndose
en ríos de placer
entre
nuestros dos cuerpos,
separados
levemente por milímetros.
El agua
busca su paso
entre
nuestras pieles mojadas
y se apodera,
sin remedio,
de la
esencia de nuestros cuerpos.
La dureza
emerge de la nada
y se
convierte dentro de ti en un todo.
El placer se
rompe en más placer
dentro de la
ducha que nos invade.