encumbrándose
en la escalera
que conduce
más allá de los ancestros.
Dominio
eterno
en el
silencio de la sinceridad
de los dos
cuerpos que se atraen
entre
gemidos de silencios.
Manos de
madre
que
consuelan, miman y curan
las heridas
que a veces
ni siquiera vemos.
Sinceridad de
saberse
uno dueño de
la mente del otro.
Enganchados
a la vida
que nos hace
sentirnos eternos.