Seguimos el
camino de la mano.
Uno cogido
del otro
para
encontrar tantos y tantos anhelos
que se habían
quedado por el camino.
Pero los
sueños no son eternos.
Nosotros vivimos
realidades.
Silencios
ahogados en la oscuridad,
convertidos
en gritos incansables
al sol de la
esperanza.
Eternidad
contenida
en el deseo
de las pieles
que se mecen
cada día en la cuna del alba.