Un largo
roce
de mis
labios con tus labios.
Una caricia
carnal
que hace que
el cuerpo se estremezca
y que
afloren los instintos escondidos
durante tanto
tiempo.
Ya ni
recuerdo la última vez
que mis
labios descansaron en los tuyos,
pero sí se
bien
que el
encuentro es inminente.
No queda
nada, nada,
para que
nuestras pieles
vuelvan a
sentir la necesidad
de sentirse
pieles
y de unirse
en una sola.
No queda nada.
Nada.