Tu mirada irrumpe con fuerza
en mis pensamientos.
Me llena de luz y me hace volver,
con fuerza, allá donde deseo estar,
entre tus brazos, a un milímetro de ti.
Un abrazo largo e intenso
que me devuelva la paz que el mundo
y su confinamiento, me ha robado.
Mi mundo es tu mundo
y tu mundo es también de los dos.
Ambos sometidos
al irrefrenable deseo
de alcanzar la felicidad.
Encontrarnos con la luz
de tus ojos y de los míos
cruzándose allá donde el infinito
es el Dueño, único y Seños,
de las mascaras que nos resguardan
y las cuerdas que nos atan.
Sin más necesidad
que realizar un shibari
con nuestras miradas
que nos acerquen aun más
a la perfección del deseo voraz.