Siempre nos
queda la luz.
Aunque el
sol se apague
y las nubes
no me dejen
ver la luna
ni las estrellas,
siempre me
quedará
el brillo de
tus ojos
calvándose en
mi como espadas.
Sin silencio,
porque a
veces el mismo silencio
me deja ver
que existe luz más allá,
porque tu
mirada
tiene fuego
de estrellas,
y me da el
calor de la vida.
Poco a poco
me robaste el corazón
y me diste
el calor
de los que
acaban necesitándose,
por encima
del bien y del mal.
Porque al
despertar,
el miedo de
la noche se va.