Me debes un
beso
y a cambio de
ello,
tengo que
regalarte el abrazo eterno.
La distancia
ha hecho daño
y me debes
ese aroma
que tanto he
añorado.
Te he
imaginado
una y mil
veces dándome la espalda,
para que te
abrace con la suavidad
de unas
inmensas alas blancas.
Nos debemos
tanto.
Te debo un
dibujo
que jamás he
dibujado.
Me debes tu
cuerpo
para que
pueda moldearlo.
Te debo el silencio
que emana de
tus gemidos
y me debes
el espacio
que no quede
a ambos,
entre tu
cuerpo y el mío.
Nos debemos mutuamente
abrazos,
besos y caricias
que nos
llenen la vida
de instantes
eternos.
Me debes. Te
debo. Nos debemos.
Y el
silencio rompe el espacio
donde
permanecemos anclados,
cuerpo con
cuerpo.
Amándonos. Soñándonos.
Respirando.