Nuestras miradas se cruzaron
en el espacio del tiempo.
Nos miramos y sucedió.
Era inevitable.
Tanto tiempo cruzándonos
y soñando como seria
un encuentro de los labios pegados
y nuestras lenguas entrecruzadas.
Absorbiendo nuestros pensamientos
más llenos de deseo.
Y sucedió.
Paramos el viejo reloj del
tiempo
más allá del propio tiempo.
Y nuestros pensamientos
se convirtieron en el más puro deseo.
Gracias por existir.