Despertar.
Abrir los ojos y descubrir la realidad.
Dejar los sentimientos de lado
y caminar perdido
entre sombras que nada dicen,
que poco cuentan,
pero que saben demasiado.
Negra luz
detrás del cristal de la mañana.
Negra luz tras la ventana
y recorrer el camino hacia el pasado
donde cualquier tiempo fué, casi, mejor.
Recordar los momentos
que nos encierran en la mente
y regresar al placer y los deseos
que anidaban, impávidos,
en la inmensidad del corazón
y que han quedado, en parte,
por el triste y desolado camino.
Cruda realidad,
y ya no somos adolescentes.