Día de brillos
ante un despertar salvaje,
lleno de vida y energía
con la vitalidad necesaria
de los buenos amantes.
Revolcarse por la arena de mar,
rozándose nuestras pieles sin parar,
aun con el viento de Levante
azotando nuestras caras frescas.
Y por encima de todo,
la luz que nos llega desde el sol
hasta nuestras más íntimas esencias
y nos permite mojar los cuerpos
en las aguas de la adolescencia.
Como dos jóvenes enamorados
que se citan y se desean
y que en cada encuentro
sacan lo mejor que hay
en su deseada presencia.