Compartir,
de forma incesante,
el deseo de desear
sin que nada ni nadie,
influya desde afuera.
Con las situaciones
de cada quien y cada cual,
dos se aman y se quieren
por encima del bien y del mal.
Los ojos nos enseñan
a ver a quien queremos,
pero el tiempo y el corazón
son los que enseñan a amar.
Y no hay reparos en saber
porqué se quiere,
porque al final se ama,
a quien se ama,
pero con toda la energía
que pueda surgir del mundo.
Sin peros ni excusas,
solo con el tiempo de la esperanza.
Y que los sueños
no nos borren el deseo
de seguir deseando,
porque la amistad
mantiene encendida la llama
para que los amantes
se quemen al juntar sus pieles.
Y que los labios ardan
del deseo de los placeres.
Y que los dos seamos uno
y volvamos a ser
el deseo de cada momento.