Y atar tu
cuerpo
para
conseguir que tu mente sea libre.
Y caminar
entre tus pechos
para viajar
entre tu mente.
Y descubrir
con anhelos que estas
mojando tus
placeres ocultos.
Y acariciarte
con pausa
cada rincón de
tu cuerpo
y que tus
entrañas despierten
en el anhelo
del deseo.
Y ruborizarte
con palabras fuertes
que
enciendan la mecha de tu traca final,
que acabe
con un terremoto incandescente
que hará
arquear aun más, si cabe,
tu piernas
para atraparme
cual araña viuda,
y poseerme
como una
vikinga encendida
por el don
de los Dioses
de dedos,
miembros y lenguas calientes.