Aparquemos el
odio
y vivamos la
realidad
de la eterna
felicidad.
Regálame, despacio
y sin prisa
alguna,
el aroma del
viento
que yo te
daré, en silencio,
mi rosa del
alma
con su
música del momento.
Cantaré alto
el himno del deseo
donde
nuestros cuerpos
se unan en
un solo cuerpo.
Dejémonos de
problemas ajenos
y
disfrutemos juntos
de nuestras
mentes
a través del
deseo de nuestros deseos,
escondidos
en los cuerpos.