Pasan los días
y las horas
y el tiempo
no se revierte en sí mismo.
El precipicio
es una realidad, extraña,
pero que se
acerca de forma irremediable.
Cruzo el
rio, y está seco,
las lágrimas
borraron como con salitre,
toda muestra
de agua y humedad.
Los caminos
se han llenado de vegetación
y ya no se
cual es el bueno a seguir.
Los ríos no
son ríos
y los
caminos no nos sirven de guía.
El sol se va
apagando
y las
lagrimas de mis ojos son tan secas
como ha
quedado el lecho del rio.
Ya no hay
color ni humor
ni esperanza
de sobrevivir al averno.
Solamente pasa
el tiempo.
Y sé que
cada vez queda menos.