No necesito
puertos
donde echar
amarras.
Anclé mi
barca en la bahía escondida
por donde tu
pasas cada día.
Allí,
sosegadamente espero la noche,
cuando no se
ven luces
y se cierra
la morada deshabitada
y de repente
se encienden los sueños
antes de que
llegue la madrugada.
Y aunque la
tempestad sea fuerte,
mi lazo estará
a tu lado,
para
disfrutar en silencio
del
presente, del futuro y del pasado.
El optimismo
de la sensación
de seguir
amarrado a tu piel.