para entrar
por tu ventana.
Uno para
abrazarte en silencio,
la otra
quiere ser tu almohada.
Para que
descanses cada instante
entre sueños
y esperanzas.
Las
estrellas se sorprenden
con tu sonrisa
enamorada
y juegan en
silencio
a espiarte
la espalda.
Allá donde
acaba tu mente
y empieza el
placer de las mañanas.
Y yo, pobre
mortal,
viajo junto
a ellas a tu alcoba,
para entrar
despacio en tu cuerpo
hasta
llenarlo de placer
con las olas
del silencio mojado
que florece
con el amanecer.