Entre las
brumas salvajes
de la
estancia del amor,
allá donde
el sol se une con el mar
con la Luna como
testigo,
lejos de
miradas soeces
que no
conducen más lejos
que el
ruidoso silencio.
Donde tu
silueta es acariciada
por luces al
viento que presumen
de recorrer
tus líneas curvas en silencio.
Donde el oro
es blanco y la plata oscura
para hacer
el collage de las sombras
que anidan justo
allí en tu cintura.
Y en tu
estomago recorren
cientos de
mariposas tus entrañas
para volar
hasta tu mente y mojar tus raíces,
donde el túnel
del placer
de tu
ventana abierta al sol de la vida.